martes, 14 de diciembre de 2010

Kawésqar Hojok Waes: Territorio Ancestral Kawésqar

Texto y fotos: César Villarroel

Febrero del 2006. Sur de Chile. Treinta y un exploradores, entre espeleólogos y científicos, desembarcan en una de las islas mejor protegidas de la influencia humana. Un lugar que por decenios ha estado blindado por espesas lluvias, potentes vientos y un agitado mar que ha esculpido, sin descanso, en su superficie de mármol glacial, un paisaje surrealista y mágico, coronado por un impenetrable bosque magallánico.

En aquella isla, eslabón perdido de la Patagonia y laboratorio único de la naturaleza, una expedición que realiza un inventario científico de primer orden, logra descubrir un hallazgo tan importante como inesperado: una cueva antiguamente habitada. Un antiguo lugar de hábitat humano con montones de conchas e impresionantes pinturas rupestres, supuestamente de la cultura Kawésqar. Las primeras imágenes reveladas en el archipiélago Madre de Dios.

Noviembre del 2010. Canal Sarmiento. Luego de recorrer más de tres mil kilómetros por parte de la Araucanía Argentina y casi la totalidad de su Patagonia por la emblemática carretera 40; luego de embarcar los equipos a bordo de la motonave Forrest y de cruzar gran parte del Estrecho de Magallanes navegando entre islas serpenteadas por canales y fiordos, nosotros, la expedición Océano, nos aprontamos para recibir en un Redez Vouz a la patruyera Yagán de la Armada de Chile.

A bordo vienen Juan Carlos Tonko, uno de los veintiún Kawésqar vivos y Marcelo Agüero, espeleólogo y responsable chileno de la expedición francesa Centre Terre, los mismos que descubrieron la Cueva de las Pinturas. Con ellos comenzaremos una nueva aventura. El encuentro es cálido y dinámico, y debemos zarpar al instante para aprovechar una ventana de buen tiempo.

Es de madrugada y desvelado subo al puente del forrest. Su compás apunta directo a Madre de Dios, mientras en la oscuridad absoluta navegamos por los canales Inocentes, Concepción y Oeste. Cierro los ojos y ya estamos en Guarello, una de las islas del Archipiélago. Pero avanzamos imperceptiblemente por el angosto canal Copihue, desembocando en el seno Azocar, y conduciéndonos directamente al lado oceánico sur de Madre de Dios.

Madre de Dios es grande y misterioso, pero hoy la compañía minera CAP extrae desde el lugar la piedra caliza (la más pura que existe), y es dueña de varias de sus islas, lo que podría impedir que fuera catalogado como Patrimonio Mundial de la UNESCO. 

En eso pienso mientras enfilamos a su desembocadura y nos vemos obligados a instalar bajo nuestros zodiac, mallas de cuerda extra para protegerlos de rajaduras porque desembarcaremos sobre un aserrado borde costero que el agua ha esculpido en afiladas navajas. La emoción es extrema y las precauciones también, sabemos que ya en tierra un mal paso podría ser fatal.

Desembarco primero con Tonko y Agüero para definir la ruta que llevará al resto del equipo a la cueva por el borde costero. En esos instantes conversamos con Tonko sobre la importancia de las pinturas rupestres descubiertas el 2006, y realizadas por los canoeros que seguramente ocuparon la Isla como una gran casa refugio, luego de navegar por meses en busca de pesca.

Coincido con él en que el lugar es único a nivel mundial, un extraordinario conservatorio natural de piedra caliza, con un ecosistema que por milenios ha patrocinado el desarrollo de una biodiversidad notable y que ha aportado la existencia de nuevas especies y otros hitos paleontológicos como el descubrimiento de un cementerio marino en una catedral de roca a más de cien metros de altitud.

Comenzamos en fila india nuestra resbalosa caminata, que es enmarcada por fuertes olas y un gran acantilado. Nuestro camino sólo mejora cuando debemos subir algún empinado piñón de caliza con tundra, que esconde peligrosas grietas.

Luego de dos horas de travesía llegamos a una pequeña cueva costera que mira directo al Pacífico y que oculta en su interior una treintena de motivos pintados sobre las paredes de su parte más oscura; la mitad al ocre y el resto con carbón de madera. Nosotros, en tanto, desde su entrada conversamos en voz baja y da la sensación de estar en un templo. Las figuras son principalmente representaciones antropomorfas y geométricas (círculos o punteados) que nos alucinan.

Agüero me indica que aún no se sabe con exactitud su data, sin embargo, al estar la cueva situada a pocos metros sobre el nivel del mar, ésta debió haber estado sumergida en un pasado reciente (4.000 años) donde el nivel del mar era más alto y la isla a penas se había elevado tras la era de los glaciales. Por lo que un período razonable de su creación sería de entre 3 mil y 2 mil años de antigüedad.

Camino lentamente dentro de la cueva. Más de la mitad del suelo está cubierto por montones de conchas de lapas o restos alimenticios de mamíferos marinos y terrestres, de los momentos en que los huéspedes ocasionales de la gruta, nuestros antepasados, consumieron; esperando ahí que una rara mejoría les permitiese salir al mar en sus frágiles embarcaciones de cuero de lobo. Es fácil imaginarlos.

Juan Carlos Tonko conversa con Céline Cousteau a un costado. Tomo algunas fotos sin flash para no dañar las pinturas y salimos. A nuestro regreso al forrest acordamos con Tonko bucear a la mañana siguiente frente a la caverna de la morrena, mientras el resto del equipo la visita.

La noche va rápido. Un calmado día contempla la estela de nuestro bote rumbo a la costa. El suave espejo de agua es roto cuando caemos al mar. Un  lobo marino juega bajo nuestras aletas. Nos sumergimos y comenzamos a descender por terrazas de piedra caliza hasta alcanzar los veinte metros.

Toda clase de vida, excepto peces, puebla el lugar que está tapizado de un alga coralina, color violeta, sobre la que se posan moluscos y pequeños camarones, creando una combinación de vida que ha poblado este paisaje geológico intervenido por las corrientes de Humboldt y Subantártica, -que además se sobrenutren por las aguas ricas en minerales que durante millones de años han corrido desde las cumbres y grietas de Madre de Dios-.

Mientras fotografío a Céline junto a Juan Carlos bajo el agua, rememoro las imágenes del comandante Cousteau, su abuelo, visitando un insipiente Puerto Edén, ésa vez con un Juan Carlos Tonko de menos de diez años de edad, que lo miraba con curiosidad entrevistar a su padre. Hoy, y en un cruce generacional, la historia ha querido reincidir para dar a conocer uno de los hallazgos más significativos para el rescate histórico de uno de los pueblos originarios más importantes del extremo sur.

Así emergemos, volviendo a la realidad. Ya sobre el zodiac, rememoramos a los kawésqar nómades, que como Juan Carlos, aún permanecen como el único eslabón de la gran cadena destruida de los legítimos dueños de la Patagonia y que era formada por onas, tehuelches, yamanas, hauasch y guaycurues, y que ya no están. En ese instante y hoy, guardamos silencio por ellos, mientras el eco de su presencia aún navega por el cofre esmeralda de los canales.

Notas:
-En el año 1843 se censaron 1.000 individuos de la población Kawéqar. En Diciembre del 1944 el mismo censo arrojo sólo 17.

-Centre terre es una expedición espeleologica y geografica franco-chilena que sigue realizando estudios y elevando informes de los datos que ha obtenido  su equipo multidisciplinario. Más información en:  www.centre-terre.fr

-La expedición Océano recorre Chile desde Arica hasta la Antártica realizando la serie documental “Océano, Chile frente al Mar” (de doce capítulos) como parte de un proyecto bicentenario del CNTV y canal 13.

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