viernes, 1 de octubre de 2010

This is the end... ¿o no?: Final de la Sexta Temporada de House M.D.

Por Diego Niño.

En narrativa y dramaturgia, existe, desde tiempos ancestrales, un conflicto con respecto a los géneros. En series de televisión y, hasta los 90, existía una claridad meridiana al respecto, pero desde la aparición de series de una hora como “Ally McBeal”, donde los personajes estaban insertos en historias dramáticas y eran cómicos, esa frontera entre drama y comedia se ha ido desdibujando hasta crear zonas que hoy parecen ser tierra de nadie.

Para mi gusto, la mejor forma de definir esa frontera es el daño: en drama los personajes se hacen daño a sí mismos y a los demás, pero en comedia ese daño siempre es superficial y además fácilmente reversible. Ésta es la problemática que presenta “House M.D.”, ya que a pesar de ser una serie más orientada hacia el drama, su protagonista y eje central y -a estas alturas- el ícono popular, Gregory House, es un personaje dramático envuelto en un exterior de comedia: una droga compleja envuelta en papel de dulce.

Desde sus inicios, “House M.D.” se planteó como una serie donde el eje central eran los casos de capítulo, donde House y su equipo resolvían misterios médicos imposibles, de formas improbables. Recién en los últimos capítulos de la primera temporada hacía su aparición el personaje de Stacey, antigua novia y último amor reconocido de House que lo ponía en un conflicto personal que nos mostró cuál sería su eterno problema: aceptar la posibilidad del dolor para conseguir felicidad o seguir escudándose en su armadura inexpugnable y seguir siendo el ser miserable que House hasta hoy es.

Así y, de forma siempre medida, como un medicamento que en altas dosis, puede ser letal; los guionistas de House han ido jugando con la posibilidad de ese cambio, que nunca se concreta realmente: inteligente decisión porque si House decide hacerlo, ya no sería House y la serie se acabaría o los espectadores la abandonarían. Aquí es donde, a nivel de límites de daño, House traspasó uno al final de la quinta temporada que provocó que, espectadores como yo, quisieran que la serie terminara, no por un asunto de calidad, sino por empatía y cariño al personaje.

No voy a hacer un spoiler (los odio), pero en el último capítulo de la temporada anterior, House y el espectador se dan cuenta que su sufrimiento interno ha llegado a límites autodestructivos: él decide hacer algo radical al respecto, y nosotros, los espectadores... también. Decidimos que es hora de que la serie se acabe y su sufrimiento también.

House debe cambiar, pero luego, en la séptima temporada (e imagino motivado por su aún altísimo rating), House hace un intento de cambio, y finalmente vuelve a ser más o menos lo mismo, a excepción de que ya no es adicto a la vicodina aunque sigue comportándose como si lo fuera y, de forma clara, reconoce su amor por Lisa Cuddy, su jefa en el hospital y eterno URST (Unresolved Sexual Tension/ Tensión Sexual no Resuelta: ingrediente indispensable para una buena serie de televisión). Aquí se inicia el problema, ya que como espectadores sabemos que él está sufriendo muchísimo, aunque no lo demuestre: queremos más a House, pero él parece no quererse a sí mismo ni a nosotros.

Así llegamos al asunto de esta columna (qué camino más largo, lo siento pero soy guionista y tiendo a completar las historias) que es el final de la séptima y última temporada de House M.D. En su último capítulo y, de forma bastante intempestiva, su situación da un giro hacia la posibilidad real de ser feliz (no insistan en ese pensamiento, no voy a hacer un spoiler), pero como todo buen seguidor de series sabe, eso se torcerá y traerá problemas, problemas que ahora de no solucionarse podrían hacerlo infeliz para siempre: aquí no hay daño, pero la posibilidad del daño es la más alta que House nunca ha tenido.

Es por eso que, humildemente, creo que ahora sí que tienen que terminar la serie. De no hacerlo, se arriesgan a que seamos los espectadores quienes la abandonemos. Y por mucho que disfrutemos de House y su genialidad, es hora de dejarlo ir. Espero que los encargados de tomar la decisión piensen lo mismo o, como muchas veces ha ocurrido, lo recordaremos como ese amigo que tuvimos alguna vez y en el cual hoy sólo pensamos añorando tiempos pasados en que disfrutábamos de su compañía. Todas las drogas deben ser dejadas y Gregory no es una excepción.

Si quieren saber cómo comienza a terminar esta historia, la octava temporada de House M.D., comenzó la semana pasada y parece ser el principio del fin, no de la serie, si no de nuestro gusto por ella.

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