Por Cynthia Rodríguez.
El Instituto Cultural de Providencia, en su sede del Montecarmelo, exhibe un homenaje al histórico artista japonés del siglo XVIII, Sharaku. Es una completa revisión a su serie de retratos de actores y escenas teatrales. Allí además se puede apreciar su influencia en las nuevas generaciones. Imperdible, de lunes a viernes, hasta el veinticuatro de septiembre, gratis.
Toshusai Sharaku en diez meses, entre mayo de 1794 y febrero de 1795, concretó 144 obras y desapareció sin dejar huella. Algunos dicen que fue un actor del teatro Noh, porque realizó casi exclusivamente retratos de actores en sus personajes Kabuki y Kyogen, e imágenes de luchadores de sumo, incluso guerreros. Su estilo de intenso trazado de líneas y el uso acertado de los contrastes cromáticos, aprovechan todas las posibilidades técnicas de la cromoxilografía. Es su legado. No obstante, con sus retratos hiperrealistas, terminó por ganarse la desaprobación del público y el odio de los actores. No estaban preparados para su realismo penetrante y su caricatura psicológica.
Pero el experto alemán Julius Kurth publicó en 1910 obras de Sharaku a nivel masivo y creó el boom del artista en occidente, por lo que recién en ese momento fue consolidado como creador sobresaliente del Ukiyo-e.
Sus obras están en los museos más importantes del mundo; en el Museo Británico, el Instituto de Arte de Chicago, el MOMA, y por supuesto en Tokio, donde su trabajo fue designado como importante propiedad cultural.
La muestra tiene tres partes. La primera es Reproducciones de Sharaku, y la componen veintiocho reproducciones recientes de obras del artista creadas por el instituto de xilografía Adachi. Son idénticas a las originales, aunque comparados con los reales, ahora descoloridos, las nuevas impresiones adquieren toda la energía y color que debieron tener en un comienzo. Son retratos de actores con intensos gestos faciales, ojos, bocas y manos muy expresivas.
La segunda parte, Sharaku en el Arte Gráfico, es una selección de otras veintiocho obras, en su mayoría carteles extraídos de una celebración conmemorativa del doscientos aniversario del nacimiento del grabador y donde participaron los mejores exponentes del diseño gráfico japonés.
De Ikko Tanaka vemos construcción de la cabeza de Sharaku con nueve círculos, offset hecha en 1995. Además hay afiches de diversas estéticas inspiradas en las artes japonesas clásicas y modernas, serigrafías y offset en su mayoría.
Y la última parte de este viaje se denomina Homenaje a Sharaku, hay una muestra de veintitrés obras de once artistas japoneses contemporáneos. Por ejemplo, vemos desde un lúdico homenaje de Takashi Murakami en un díptico de acrílico sobre tela hasta un personaje de ficción en una especie de animación japonesa.
En los homenajes siguientes observamos cómo se reinterpretan las técnicas y figuras del maestro. En una esquina de la sala hay cuatro impresiones en relieve de zinc hechas con un taco de madera y además con una impresión digital.
También nos encontramos con el entrañable sonido de tres esculturas con tres cajas de música cada una, entonando una simple melodía, el público puede interactuar dándole cuerda a las cajitas, obra de Yukio Fujimoto, llamada caja de música en movimiento. Y una especie de box habilitado con lápices y tarjetas para hacer un dibujo inspirado en la expo; el dibujo se debe dejar en el box porque será llevado al extranjero y a modo de intercambio usted se lleva un dibujo que alguien hizo en otro país.
Los medios de expresión de la muestra abarcan desde la pintura, fotografía, escultura, cerámica y grabado. Es una visión amplia de la influencia de lo clásico en lo contemporáneo, tan común en las artes orientales. Pero aun así, lo único que une a una obra con otra es su completa audacia y riesgo a representar su propia versión de Sharaku.
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