martes, 31 de agosto de 2010

Ferngully o cómo el cine quiere volvernos ecológicos.

Por Gaby Wood.
 
La ecología, la naturaleza y sus derechos han sido temas muy presentes en estos días y en estas generaciones, quizás porque desde chicos nos han bombardeado con películas que nos muestran un mundo mejor.

Hace unos días  yo no sabía que existía un lugar en este país con hermosos paisajes y horrible nombre: Punta de Choros. Nunca he tenido la posibilidad de viajar mucho y, para qué mentir, siempre he sido pésima en geografía. Todo lo que sé del mundo y sus paisajes lo sé por libros, por series, por películas. La mayoría de nosotros hemos sido criados por la tele y por eso, mientras veía protestas y firmaba cuánto papel me pusieran para estar en contra de las termoeléctricas, me acordé de “Ferngully, el último bosque lluvioso”, película de mi tierna infancia.

En un momento de esa película, Zack marcaba árboles para cortar con una súper máquina, cuando por esas cosas que pasan en las películas, entra al mundo de las hadas y conoce a Crysta, un hada que le muestra el maravilloso mundo que oculta el bosque y lo convence de que lo que está haciendo está muy, muy mal.

No contaré el final, aunque obvio que se puede adivinar y, probablemente, la mayoría de los que lean esto ya la vieron millones de veces en TVN cuando chicos.

Creo que a los poderosos que manejan el mundo ahora les hicieron falta estas pelis. O quizás las olvidaron, porque, como dijo el Principito, los adultos olvidan que fueron niños. “Ferngully” no es la mejor película del mundo, no tiene los mega efectos de “Avatar” (la “neo ecologista”), pero caló hondo en mi mente.

Nunca más pude mirar un árbol con los mismos ojos. Nunca más pude aplastar un insecto, porque sé que aunque Ferngully no es real, detrás de cada árbol y cada insecto hay una naturaleza que los creó para algo. Yo todavía no puedo creer que los humanos seamos tan, pero tan mala raza. Y no me refiero sólo a los grandes empresarios con poder para comprar hectáreas y hacer con ellas lo que les dé la gana. Ellos sólo son una amplificación de lo que somos los más comunes, esos que botan basura al suelo, esos que malgastan la luz, el agua, que no reciclan, que abandonan a sus mascotas, que ahogan gatitos, que maltratan por diversión.

Todos somos culpables, aunque no instalemos termoeléctricas en el norte o represas en el sur. Lo importante ( y acá está un poco el positivismo) es que hay un puñado de humanos que entienden el mensaje, que reciclan, que aman mascotas, que respetan cada centímetro de la naturaleza, porque este mundo es el único que tenemos y hay que cuidarlo, aunque eso signifique que ciertas personas no tengan luz para abastecer ciertas minas desde donde se extraen ciertos minerales que engruesan los bolsillos de las mismas ciertas personas que después se arrancan cuando esa mina decide que no quiere más y toma a 33 personas de rehenes para que se le respete y la dejen en paz.

Siempre habrá termoeléctricas que prohibir en Chile y el mundo. Siempre habremos Zacks y Crystas dispuestos a pelear por nuestro planeta para permitir que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos conozcan cómo eran nuestros paisajes por sus propios ojos y no por fotos que alguien haya metido en la Cápsula del Bicentenario.

1 comentario:

  1. las peliculas de Aoi miyazaki.
    el mismo de totoro y el castillo andante...
    tienen el mismo sentido de profundidad y respeto a la naturaleza. Pero sin la estetika gringa sino que japoneza!!

    muy recomendable para mostrar a los ñiños. futuros defensores de la madre tierra.
    al iwal que los ñiños que pasaron a hacer huelga de hambre por la libertad de los Presos politico mapuche. Aqui adjunto el link, se agradece difución:

    http://paismapuche.org/?p=1318

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