miércoles, 25 de agosto de 2010

Lo que deja la tragedia minera del Bicentenario

Por J. Sully    
 
El exitoso sondaje que permitió contactar a los trabajadores atrapados, tras 17 días de espera, augura un final feliz. Sin embargo, las labores no terminan con el rescate. Es imperioso rayar, de una vez, la cancha a un empresariado que maximiza utilidades a costa de sus empleados.

Será difícil olvidar lo que vimos el domingo 22 de julio de 2010. Luego de más de dos semanas de una espera incierta, ocurrió uno de esos hitos que quedan grabados a fuego. Para alegría de familiares y gran parte de un país, se constató que los 33 mineros atrapados en la mina San José están vivos y es posible que puedan pasar la Navidad en sus hogares.

Más allá de su contenido emotivo, este episodio saca a relucir algo que, aunque sabido, se esconde debajo de la alfombra: la existencia de un empresariado que no duda en hacer crecer sus utilidades a costa de sus empleados, ya sea pagando sueldos de miseria u “olvidando” cumplir con normas de seguridad y derechos laborales.

La tragedia de la mina San José no habla sólo de la falta de seguridad. También lo hace de la verdadera doctrina que guía a muchos de los empresarios nacionales, para quienes el trabajador no es más que un mal necesario o un simple insumo.

En esa lógica son incapaces de entender que trabajadores felices es sinónimo de mayor productividad y, por tanto, les resulta ajeno invertir en mejores condiciones, premiar el esfuerzo, ya que el lei motiv es hacer que la tajada de la torta sea más grande.

Y esto no ocurre sólo en las empresas medianas como la mina San José, sino que también lo practican los peces gordos como las tiendas del retail, que han visto crecer su fortuna a pasos agigantados, mientras atomizan los movimientos sindicales y prefieran pagar multas en vez de invertir en el capital humano.

Y así se alimenta la desigualdad en Chile. Según la revista Forbes, los chilenos con más de mil millones de dólares tenían 12.800 millones de dólares en 2006 o el 8,31% del PIB nacional. En 2009 celebraron con champaña: tenían 27.100 millones y 16,25% del PIB.

Golborne: Del Mundial a Copiapó

Lo justo es justo. Más allá de las diferencias ideológicas que nos distancias del actual gobierno, se debe reconocer la labor para hacer contacto con los mineros. Sea por convicción, por cálculo o por una combinación de ambos, La Moneda puso sus fichas para superar el trance. Mandó al vilipendiado ministro de Minería, Laurence Golborne, a terreno, y supo acompañarlo de un equipo técnico de alto nivel y de la maquinaria necesaria para un resultado positivo.

Pero si bien hay éxito en la parte operacional, el gobierno queda al debe en cuanto a la responsabilidad privada tras la tragedia. Sebastián Piñera no dudo en descabezar Sernageomin, pero sólo los últimos días hemos visto al gobierno alzar la voz frente a la responsabilidad de los privados ¿No se debería ser igual de enérgico con los empresarios? ¿Corresponde que las faltas privadas sean asumidas exclusivamente por organismos del Estado?

La respuesta es no. Se ha asegurado que “no habrá impunidad” pero se ha sido dubitativo para iniciar acciones legales contra los dueños de la mina. Llama la atención el contraste entre la celeridad para descabezar instituciones públicas y la lentitud en instalar con convicción que no se tolerarán más faenas inseguras, edificios mal construidos o intereses de usura. Pareciera que enfrentados al mundo privado, los plazos pueden extenderse sin mayor urgencia.

El indolente aprovechamiento publicitario

La tentación es grande y ya lo vimos con motivo del terremoto, cuando multitiendas y marcas de toda índole intentaron, en tono insoportablemente chovinista, sacar partido de la tragedia.

Con el caso de los mineros ya comenzaron a aflorar las conductas oportunistas. En un arranque de genialidad, la cadena @sushihouse ofreció productos gratis por un año a los mineros (¿Los harán llegar por la sonda?).

Falabella también dio luces de querer subirse al carro de la victoria, y www.doziz.cl probó con unos modelitos de polera que duraron pocas horas en portada tras la avalancha de críticas por intentar lucrar con la tragedia.

Eso es algo que el gobierno debería considerar. Más allá de la alegría desbordante de un presidente que gusta de estar “en todas”, la ciudadanía puede castigar el exceso de protagonismo en la tragedia y los intentos por capitalizar unos cuantos puntos de aprobación en las encuestas.

Y señor presidente recuerde: no es necesario mostrar el video de los mineros en el funeral de su suegro. La dignidad del cargo ante todo.



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